No somos artistas por tener tiempo. Somos artistas porque nos falta. Porque trabajo en tantos otros oficios para vivir en este sistema, y aún así escribo, dibujo, canto, me muevo y resisto, ahí, dónde está mi cuerpo.
Porque migrar nunca significo irse. Migrar es quedarse en otro lugar sin pedir ni perdón ni permiso, incomodando, incomodándonos
No hay centro sin periferia. No hay arte sin desplazamientos. No hay técnica sin cuerpo, ni cuerpo que envejezca recto después de la técnica. No hay expresión sin miedo, sin la decisión creativa de hacer. Esto es. Esto somos. El eco de una historia que no cabe en texto.
Nuestra latitud no es geográfica: es afectiva, política, encarnada y tantas veces desencarnada por la razón o por la fuerza.
Nos movemos. Nos resistimos. Mutamos y desgarramos.
El arte no es lujo. Es urgencia. Emergencia.
El arte también es trinchera, arma y herramienta.
Creamos desde la herida, desde el turno partido, de la subvención no concedida, desde el deseo de no desaparecer.
No somos artistas a pesar de la exclusión. Somos artistas porque habitamos la periferia y nos devoramos el centro.
Artistas del hambre, del cansancio, del hastío, de los pies hinchados y espíritu ávido de compartir un grito.
La estética es política. La política es afecto.
Heredamos lo ancestral, crecimos en lo digital, confundimos y desdibujamos lo íntimo con lo público, lo migrante con lo local. No pretendemos pureza y belleza. Buscamos conexión y mórbida humanidad.
Mentes inquietas, bocas expresivas, seres alterados arrojados a la incertidumbre de este mundo tecnofeudalista.
Indisciplinadxs y técnicxs. Poetas punzantes, ilustraciones destartaladas y fin de mes con el cinturón apretado y la cabeza reventada de quimeras.
Somos el sueño y la pesadilla.
El arte no es suplemento. Es fundamento y esencia. ¿Para qué desear la inclusión en sistemas que nos excluyen?. Quiero reescribir las líneas. Inventar nuevas formas de estar juntes. Ser parte de una sociedad precarizada, pero jamás displicente.
Por que quién crea tiene hambre, sarna, canas y huesos rotos. Quienes crean como une, crea con sangre seca, caspa y ojeras.
Quién crea desde estas palabras es un cuerpo vivo y despojado, como el más humilde de los humanos. Somos artistas por que nos bendijo esta maldición de colores, sinestesia e inquietud.
Otra Latitud no es plataforma. Es impulso irrefrenable de lo urgente. La mirada distraída en la epifanía de lo extraño, lo monstruoso y a la vez, tan naturalizado y orgánico. Como la piel misma.
Un espacio para lo desplazado, lo no blanco, lo no binario, lo no hegemónico.
Un lugar donde lo que no encaja se vuelve gravitacional. Fuera de los museos y las subastas, fuera de las fotos etiquetadas y firmas pretenciosas.
Que firmen nuestras voces, nuestras heridas, nuestras ganas. Que firmen nuestro sudor desde la barra o recepción, desde el borde de una copa o la mancha de lejía, desde la servilleta o la boleta de la autónoma o las criaturas asociativas que parimos para existir, pero siempre desde el cuerpo, desde el impulso irremediable, desde el margen.
Si te resuena, nos encontraremos en la misma frecuencia.